La carrera artística de Obregón se puede dividir aproximadamente en cuatro períodos. El primero, 19421946, es de formación. En él su pintura es contradictoria y llena de titubeos; su producción oscila entre un naturalismo con recuerdos académicos y un expresionismo forzado. El segundo, 1947-1957, es de definición estilística y primera madurez. Con recuerdos del cubismo, Obregón realizó composiciones milagrosamente balanceadas, en las que articuló de muchas maneras numerosos planos, a veces transparentes, sobre fondos neutros que también incluyen planos, más o menos evidentes. Aquí ya aparecen algunos de sus motivos característicos, así como algunas de sus obras maestras: Puertas y el espacio (1951), Bodegón en amarillo (1955), Greguerías y camaleón (1957). El tercer período, 1958-1965, es el de la madurez plena. Durante estos años Obregón no solamente fue el pintor más influyente del país, el paradigma de lo nuevo y moderno, el más admirado y galardonado ganó dos veces, en 1962 y 1966, el primer premio de Pintura en el Salón Nacional, con los óleos Violencia [ver tomo 6, p. 125] e Icaro y las avispas, respectivamente, sino también su máximo representante a nivel continental. Obregón, dueño ya de un estilo muy personal, expresionista y americanista, realizó muchos lienzos en los que en un espacio sin límites instaló sus formas abiertas y vigorosas, que sólo aluden a la grandeza y a la feracidad del continente. Cuadros sobresalientes de este período son, entre otros: Naufragio (1960), La trepadora (1961), El mago del Caribe (1961), Homenaje a Gaitán Durán (1962) [ver tomo 6, p. 125], Violencia (1962), Volcán submarino (1965) y Flor de páramo (1965). El último período comenzó en 1966. Desde ese año y hasta el año de su muerte, la pintura de Obregón insistió en un estilo efusivo y romántico y en temas obsesivos. Como escribiera Juan Gustavo Cobo: «Sus motivos lo persiguen, se esfuman, reaparecen, se funden». Trabajando por series, Obregón pintó Anunciaciones, Floras, Angelas, Violadas, Zozobras, Memorias de Grecia, Magos de la Popa, Blas de Lezos, Cosas de la luna, Bachués, Leyendas de Guatavita, Paisajes de Cartagena, Amazonias, Copas y océanos y Vientos, en una lista incompleta. Aunque no lo aceptó («Creo que el óleo está completamente obsoleto. El acrílico es el medium del siglo xx»), Obregón no pudo cargar sus obras de los últimos decenios con el misterio y la fuerza de sus óleos anteriores a 1966, año en que empezó a trabajar el acrílico. Sin embargo, en este período no deja de haber obras importantes, porque sin duda Obregón fue un pintor talentoso e imaginativo. Salta a Ja vista que está en sus mejores momentos cuando controla la efusividad y mantiene el dominio de todas las pinceladas, así como de los colores.
Obregón realizó numerosas obras relacionadas con la violencia del país, desde él óleo de 1948, Masacre l0 de abril, hasta el díptico al acrílico de 1982, Muerte a la bestia humana y Victoria de la paz, ejecutado después del asesinato de Gloria Lara, pasando por el óleo de 1962, Violencia, del que Marta Traba dijera: «La sinceridad terrible de Violencia procede de esta circunstancia: de que Obregón Ja pintó porque ya le era inaplazable y necesario hacerlo. Pero si esto explica el patetismo verídico de su cuadro, no incluye la belleza grave y tensa de sus medios para lograrlo. Obregón pintó la mujer yacente en mitad de un gran espacio gris: moduló el gris solemnemente, como oficiando un silencioso rito fúnebre, sin permitirle un solo sonido discordante. Lo apretó en la enorme figura grávida y lo fue desmadejando en el paisaje, hasta que la criatura muerta se integró en esa tristeza general, en esa fatalidad inicua, inexplicable». Además de sus innumerables cuadros de caballete, Obregón realizó diversos murales. En Bogotá tiene varios, algunos en casas privadas, otros en lugares públicos. El más sobresaliente de estos últimos es el mural dé la Biblioteca Luis Angel Arango (1959). Marta Traba escribió aquel año: «La creación de espacios, determinados sea por las intersecciones de planos, sea por el manejo de tonos, es lo más notable de este fresco de Obregón. No hay, con excepción de algunos objetos reconocibles (tintero, libros, cuchillo), intención figurativa y, por lo tanto, el público debe renunciar a comprender un sentido real que ha sido superado por la intención creadora de espacios y por las relaciones de colores>,. El mural de la Biblioteca es una obra rica y diversa. En ella son sobresalientes, además de sus múltiples espacios, la estructura de todas las formas y el colorido variado pero asordado y severo; otro ejemplo de las obras maestras de sus mejores momentos. Del decenio de los ochenta son: La galerna, del Centro de Convenciones de Cartagena, Amanecer en los Andes, de la sede de las Naciones Unidas de Nueva York y el que exorna el Salón Elíptico del Capitolio Nacional de Bogotá [Ver tomo 6, Arte, pp. 125 y 126].
GERMÁN RUBIANO CABALLERO
Esta biografía fue tomada de la Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de Lectores, tomo de biografías.