Se han creado cuatro blogs con el fin de dar a conocer cuatro de los pintores colombianos que representan características diferentes de la pintura, permitiéndonos conocer su estilo, algunos detalles de su vida y sus obras, así como su aporte a la cultura colombiana. La pintura en Colombia ha tenido desarrollo a través de grandes artistas y movimientos. Para dar una mirada general exploraremos a Debora Arango, Alejandro Obregón, Leonardo Aguaslimpias y Fernando Botero. El presente blog se concentra en el artista ALEJANDRO OBREGÓN como representante del expresionismo.

Su aporte a la cultura colombiana

7/11/2009

http://www.colarte.com/recuentos/O/ObregonAlejandro/critica.htm

CRITICA
de Marta Traba
Después de veinte años de escribir sobre la obra de Alejandro Obregón, ya no sé más qué decir. En la crítica períodica ejercida a lo largo de tanto tiempo, mi admiración por esa obra sufrió obligatorios altibajos y señaló, - como meras correcciones de estilo cuadros pésimos y períodos infortunados. Ahora, (cuando felizmente no escribo ese tipo de crítica sino que me muevo en cuadros más amplios y generales), ya no me importan ni pesan para nada en mi juicio aquellas caídas lógicas y propias de todo gran artista. Subsiste sólo el gran artista, el nombre mayor del arte colombiano contemporáneo.
Su hazaña aparece siempre más relevante: acometer en plena mitad del siglo XX, la fabulosa tarea Pictórica de "narrar" la atmósfera física de un país a través de la oposición mar-cordillera, y de sus faunas y floras características. En esta descripción pudo haber actuado como un mero realista, como un lamentable foiklorista como un provinciano exaltado: nunca cayó en esos fatales errores de visión.
Su pintura descriptiva y cismática es un texto inédito, lleno de imaginación, fuerza y fantasía, armado vitalmente a fuerza de talento personal y confianza en sí mismo. También es, por suerte, una pintura endogámica, desinteresada en absoluto por las alzas y las bajas de¡ mercado externo cada vez más desorbitado y estúpido. La ironía (o el triunfo), es que, hoy día en el mundo, vanguardias casi catalépticas buscan la salvación en la pintura, los pinceles, la tela y el color, y vuelve así a producirse un fenómeno que he señalado repetidas veces como virtud cardinal del arte colombiano: su actitud de retaguardia se convierte en vanguardia, sin proponérselo ni buscarlo.
Por suerte para Obregón, su pintura es progresivamente, en el panorama general de las artes nacionales, un monumento solitario: los "obregoncitos" aparecidos en la época ruidosa del estrellato, lo abandonaron muy pronto para tomar caminos más impactantes. Obregón siguió adelante, sólo, con sus toros y sus alcatraces y los mangles y los huesos de sus bestias y sus bestias enteras a cuestas: con su epicidad romántica invulnerable: con todo su aire desueto y al borde de lo cursi, aire de bandera y escudo: con su pasmosa terquedad por seguir siendo artista en medio del templo convertido en disneylandia.
Alguna vez escribieron en Colombia, con indisimulada ironía, que Obregón era dios y Marta Traba su profeta. Sacando la frase de su dimensión extravagante, no sé si realmente lo fuí o nó, pero sé y lo afirmo a plena conciencia, que me hubiera gustado serlo. Creo darle con esto el directo testimonio de mi admiración.

2002: Diez años sin ObregónEl Tiempo, 11 de abril de 2002

El "Padre del arte moderno colombiano" falleció hace diez años. Una exposición enla Galería El Museo y una charla sobre su obró son algunas de las actividades que lo recuerdan.
"No quiero hablar de mi obra. Ella está allí. Ellas habla por mi", solía decir Alejandro Obregón acerca de sus pinturas. Asi recuerda el periodista Heriberto Fiorillo al pintor fallecido hoy hace diez años en su libro La Cueca, crónica del grupo de Barranquilla.
Precisamente es su obra, la que diez años después habla por Obregón como el "Padre del arte moderno Colombiano" en galerías y museos. El pintor, nacido en 1920, en Barcelona, llegó a Colombia, donde se nacionalizó, en 1944 y uno de sus primeros aportes culturales consistió en apersonarse de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional, por donde pasaron Enrique Grau, Lucy y Hernando Tejada.
Sin embargo, su relación con las escuelas de arte cambiaría hasta la oposición a lo largo de su vida. Con los años, y ya después de haber sido decano de la Escuela de Bellas Artes de Barranquilla -recuerda el texto de Fiorillo- su intención sería abolirlas. "Quise acabar con esos tinglados -decía Obregón-. El arte de pintar no debe tener profesores, porque entre el profesor y el alumno hay una lucha (...) y de pronto el profesor y el alumno se van a una especie de alcantarilla".
Las primeras obras de trascendencia hechas por Obregón datan de 1941. Sus biografías hablan de un periodo que comienza en 1947 en el que se concentra en la naturaleza muerta. En 1959, se descubre otra etapa, que coincide con su vida en Parias, cuando incursionó en el cubismo futurista. En 1955, debido a su participación en una exposición titulada Artes Plásticas en la Arquitectura, con un proyecto mural, comenzó con la llamada pintura simbolista. Posteriormente regresó a Colombia para quedarse definitivamente.
Sus peculiares faunas y flores características, sus toros, bestias, alcatraces y barracudas son monumentos con bandera y escudo, al arte colombiano, que él solo transformó con la fuerza de soluciones pictóricas.
Tomado del periódico El Tiempo, 11 de abril de 2002


Alejandro Obregón Medio siglo de genio

José María Salvador

(http://www.latinartmuseum.com/obregon.htm)

Este texto es una reedición parcial del de la monografía Alejandro Obregón. Obras Maestras 1941-1991, editada por el Centro Cultural Consolidado de Caracas.

Desde hace ya más de tres décadas, Alejandro Obregón es, por derecho propio, referencia obligada en el universo del arte latinoamericano. Personalidad íntegra de recio y vigoroso temperamento, anticonvencional e individualista a ultranza, supo labrarse un sendero muy suyo y una trayectoria original en el campo de la creación plástica. Autodidacta intuitivo, huérfano de verdadera escuela y maestro, se constituyó pronto —por extraña paradoja— en guía y mentor de numerosas generaciones de artistas en su país. Sus innovadores aportes en el lenguaje pictórico provocaron, en el anquilosado universo cultural colombiano, una auténtica subversión de los valores estéticos, al tiempo que produjeron el impulso modélico necesario para que otros se aventurasen en experiencias desconocidas y en derroteros sin desbrozar. Con sus novedosas propuestas esté-ticas, estilísticas y conceptuales, Obregón llegó —contra su voluntad y para su consternación— a generar incluso una larga cohorte de epígonos e imitadores.Interesa destacar que Obregón conquistó su lenguaje singular con recursos puramente pictóricos, sin subterfugios ni interferencias de otros materiales, técnicas o géneros: simples pinceles y pigmentos convencionales fueron suficientes para un talento natural tan vivaz e intuitivo como el suyo.

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